El otro día
mantuve un intercambio de tuits con una persona a la que tenía en buena
consideración. Una persona, para mí, inteligente, sabia y experta en relaciones
sociales. No tardó mucho en torcerse la cosa. En la tercera respuesta obtuve una
referencia sarcástica al 3% de CiU. No venía a cuento, os lo prometo. El objeto
de debate era el deber (o no) de someterse a la legalidad aun cuando quien
ostenta el poder hace un mal uso de él. En ningún momento se había
contextualizado nuestro diálogo en el marco político catalán.
Pero así fue.
Antes de llegar a construir nada, deshizo toda voluntad de intercambio con esa
referencia.
¿Cómo vamos a
mantener una relación constructiva con alguien que se ve dominado por sus
prejuicios y sin voluntad de escucha?
Pero éste no era
el tema central de este post. El tema es el concepto de independencia como valor
intrínsecamente POSITIVO.
¿O no lo es?
¿O no lo es?
Porque,
pensémoslo detenidamente… ¿En qué contexto la independencia de alguien es algo
negativo? Como humanos, desde el momento en que nacemos, nuestro proceso
evolutivo inicia un viaje sin retorno hacia la independencia. Independencia
para mantenernos con vida, alimentarnos, vivir, trabajar, formar relaciones…
¿No es ése el objetivo penúltimo de todo ser vivo?
¿No aspiran las
personas con algún tipo de discapacidad, por ejemplo, a la independencia, a la
plena autonomía?
Si es algo tan
deseable para todo individuo, ¿por qué no ha de serlo para un grupo social?
La respuesta, una
vez más, la podemos hallar en el discurso de aquéllos que presentan resistencia
ante tal idea. Para ellos, independencia no significa “valerse por uno mismo”.
Para esas personas, cuando tú dices dependencia, ellos oyen “no colaboración”.
Es en este punto donde radica el conflicto: en una mala comprensión de las
necesidades de la otra parte. Porque uno no quiere la independencia para olvidarse
del otro, sino simplemente para no tener que depender constantemente de una
entidad externa, para tomar sus propias decisiones, para determinar su camino,
para ejercer su voluntad, para hacer oír su voz, para no necesitar
intermediarios, para decidir su futuro. ¿Cómo todo esto puede ser negativo si
es lo máximo a lo que aspira todo individuo o colectividad?
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