Hay un rasgo que compartimos feministas e independentistas. La letra Z. De nazi.
Unos y otros
somos llamados, y no pocas veces, de esta forma: feminazis. O nazionalistas.
Así, como si de nuestra ideología se desprendiera una voluntad de exterminar e
invadir.
¿Sobre qué
percepción se construye este ánimo de injuria? ¿Tiene alguna base? Sí y no,
podríamos responder.
Cuando alguien se
refiere a otro con un término que exagera su ideología, llevando a ésta a
extremos injuriosos, es porque en la mente de la persona que emplea este
insulto hay una idea que sobre-representa a un grupo social determinado. Esta
sobre-representación viene provocada por los extremos más notorios de un grupo
social y es una distorsión cognitiva
llamada sobregeneralización. Me
explico. Dentro del movimiento independentista puede haber personas que enfocan
el conflicto de distintas maneras: habrá quien parta de un deseo de anular al
otro, habrá quien sea más diplomático, habrá quien se mueva entre un extremo y
otro, etc. Pero en nuestras cabezas esta
heterogeneidad no queda recogida en todo su conjunto. Nuestro cerebro
procesa con mayor atención aquellas personas que nos llaman, que nos destacan,
que nos sobrecogen o asustan. Es por ello que los discursos de odio hacia otras
personas sobre-representan aquellas ideologías que no necesariamente implican
odio hacia ningún otro colectivo. De este modo, los independentistas son
catalogados como nazionalistas, “porque
odian a los españoles y se creen mejores”. Puede que haya quien piense así,
pero no es la representación más “exacta” del independentismo.
Sucede
exactamente el mismo fenómeno con el feminismo. Es de sobras conocido el
término feminazi. Pero, ¿a quién se
le atribuye este término? A aquellas personas que (bajo nuestra percepción)
desprenden odio.
No podemos
determinar las percepciones de los demás, porque hay muchas variables
personales sobre las cuales no podemos incidir, pero sí que podemos trabajar en
sentido contrario para remarcar una ideología respetuosa y abierta al diálogo.
Desde el independentismo y feminismo hay que dejar atrás discursos de odio,
sesgados y ambiguos. Y penalizar a aquellos que, en representación de nuestra
ideología, atacan a los que simplemente no comprenden nuestras necesidades.