dilluns, 8 de maig del 2017

Sobre las 100 razones por las que es mejor ser español



Hoy os traigo un artículo largo, pero interesante de analizar desde el punto de vista de la psicología del lenguaje, titulado “100 razones por las que es mejor ser español que no serlo”.

Lo ha escrito Cristian Campos, periodista al que sigo en Twitter a pesar de sus ataques constantes hacia el independentismo, y no desde la crítica constructiva precisamente (¿acaso alguien hace eso?), sino desde la provocación y la ridiculización. Pero me gusta leerlo. Creo que es necesario hacerlo.

Entonces, ¿por qué lo sigues?

Lo sigo porque me gusta cómo se expresa, con ironía, acidez, lengua pérfida, y sí, provocando, muchas veces provocando. Me gusta cuando hace esto en temas tales como música o cine. Claro es, no me gusta tanto cuando emplea estas armas contra aquello que me identifica. Normal.

Aun así, considero útil el leer a alguien que se posiciona totalmente en contra de tus ideas. Es una vara de medir de la salud de tus propias ideas. Cuando una idea hace agua por todas partes, no hace falta recurrir a falacias o trampas lingüísticas. Se desmonta casi por sí sola, con simples argumentos.

¿Pero qué sucede cuando alguien nos presenta un argumento sólido, consistente, y que a su vez nos remueve por dentro e incomoda? Sentimos la necesidad de defendernos, y allí donde no llegan nuestros contrargumentos, llegarán nuestras ideas “trampa”, falacias y manipulaciones del lenguaje (ridiculización, parodia, tergiversación, etc.).

Dicho esto, echemos un vistazo al artículo anteriormente citado.



El artículo es poco más que una serie de razones por las que estar orgulloso de ser español. Una idea a priori respetable, porque no hay nada malo en estar orgulloso de ser de donde uno es, aunque sea algo atribuido por azar. También por azar nacemos en nuestra familia y no por ello cuestionamos nuestro afecto hacia ellos.
 
Algunas de estas razones son:





La cuestión remarcable del artículo es que no es sólo una serie de razones por las que estar orgullo de ser español. Como he dicho antes, es “poco más”, pero ese poco es notorio y con una intencionalidad muy definida: provocar.

Leamos la primera razón:


Esa necesidad de reafirmar a los demás en la condición propia, ¿a qué se debe? ¿Por qué iba a querer uno que los demás sean como tú? En el origen de esta conducta podemos hallar: inseguridad, sentimiento de inferioridad, miedo a la diferencia… ¿Qué más me da a mí lo que quieran ser los valencianos o aragoneses? ¿Quién soy yo para poner en duda qué sienten?




Esta contradicción no es casual. Tildar a otros de nacionalistas y considerar lo propio justificado e incluso necesario es la esencia del nacionalismo extremo o excluyente. La nación propia (la mía) tiene derecho a estar constituida como Estado y, además, debe eliminar las diferencias de aquéllos que la componen, a través de la homogeneización de mis propios rasgos. Las otras naciones que desean un estado propio son fascistas por querer lo que yo tengo. ¿No es chirriante la idea?




Defender lo propio comparándose con los demás: inseguridad, debilidad…




De nuevo, cuando tu mayor argumento es “pero mira qué mal lo hacen otros” es que muchos argumentos a tu favor no hay.





El segundo es éste: http://imgur.com/A03lqFw

Realzar los propios atributos: reafirmación causada por la inseguridad, deseo de agradar y de ser reconocido. Además, no es casual que las imágenes presenten a cuerpos del orden: marcar territorio, inseguridad, miedo a la diferencia, a ser atacado o agredido…





Evitar la autocrítica a través de la comparación con otros, de nuevo: inferioridad, debilidad, autoimagen dañada, necesidad de justificarse…





Y este último punto es una ironía del autor, presentada como contradicción, para que punce, incomode, moleste. En realidad, sí cree en su propio nacionalismo, a todas luces evidente, pero el privilegio de que sea reconocido legalmente le sitúa en posición ventajosa para hacer gala de él y arremeter contra otros.

El artículo de Cristian Campos es una lista de razones provocativas, revestidas de seriedad, por las que sentirse orgulloso de ser español. Pero se nota cómo entre ellas ha situado estratégicamente afirmaciones contradictorias y que adolecen de falta de autocrítica. Ha seleccionado, y no por azar, cuestiones que despiertan especial aversión: el himno, los cuerpos de seguridad, la Transición, el vestir de traje, los chefs, la prensa del corazón… Ha querido defender lo más atacado y criticado, para reafirmar su discurso. Ha empleado, a sabiendas, la bipolarización, el marcar distancias con el otro para defender con más ímpetu sus ideas. Una técnica de márqueting, por otro lado, muy clásica: escribe algo que moleste a un sector muy concreto. Ellos mismo se encargarán de difundirlo. Como estoy haciendo yo ahora.

Pero, ¿y lo que se aprende?